HACIA UNA IZQUIERDA CÍVICA

...este planteamiento, que definimos como Izquierda Cívica, constituye el núcleo del discurso político de Ciutadans y recoge el valor humanista del liberalismo político y la sensibilidad social del socialismo democrático. Es un proyecto liberal, porque se orienta a la libertad de los ciudadanos para ser y para elegir los términos de su proyecto vital. Es un proyecto que se sitúa a la izquierda, porque no concibe una libertad efectiva sin justicia social y sin igualdad real de oportunidades para todos...

viernes, 14 de mayo de 2010

REZANDO NO SE ACABA CON EL PARO


Uno de los peligros de militar en Ciutadans, en Cataluña, es que te acaben llamando fascista. Un término que, en España, se utiliza muy a la ligera, con muy poco conocimiento y que, generalmente, describe mejor a la persona que emite el exabrupto que a la persona que lo recibe. Hace unas horas, dando una vuelta por Facebook -esa red social tan de moda- me he encontrado con un grupo en el que califican a Albert Rivera y al conjunto del partido en el que milito, de colectivo fascista. Por supuesto, se trata de un grupo conducido por nacionalistas, o dicho de una forma que me gusta más, por integristas del pueblerinismo catalanista.

Pero que un grupúsculo de nacionalistas considere fascistas a los miembros de un partido político porque se opone al nacionalismo puede servir para hacerse una idea de hasta qué punto existe una distorsión del concepto de fascismo por estos lares. Si atendemos al fascismo, vemos que unas de sus características destacables es su nacionalismo, una ideología que Ciutadans rechaza por reaccionaria y que, sin embargo, si se puede encontrar en partidos como ERC, PSC o Iniciativa, por citar a aquellos que van de izquierdas por la vida.

El nacionalismo es, precisamente, uno de los rasgos que diferencian al fascismo del comunismo que, por su incidencia en el concepto de clase lo situaba en el internacionalismo, algo antagónico a cualquier trascendentalismo nacional. Por supuesto, no vamos entrar a valoras las diferencias entre sus distintas calidades democráticas, porque en eso se parecían mucho: no existían libertades políticas ni separación de poderes, y tampoco imperaba una ley emanada de la voluntad popular, sino de la fuerza. Pero en cualquier caso, y dejando el aspecto totalitario de lado, parece humanista pensar que la calidad de vida de las personas tiene más que ver con la resolución de las diferencias económicas y establecer unas condiciones de justicia social que con levantar fronteras. Por eso, escuchar a determinados partidos ubicarse al mismo tiempo en la izquierda y en el nacionalismo es una falacia.

En cualquier caso, intentar argumentar en contra no sirve para nada. Además, es que se pierde mucho tiempo. Porque mientras se habla de estas cosas no se habla de aquello que realmente afecta a la vida de los ciudadanos. El nacionalismo actúa como una cortina de humo que sirve a algunos vividores de la política para arrastrar los votos suficientes como para continuar en el poder aunque, con ello, sea cada vez más la gente que se abstiene en las elecciones por el desencanto que generan con su estériles soflamas patrioteristas. Si el debate político se centrase en los problemas reales, seguramente descenderían los índices de abstención. Porque vemos que hay más de 600.000 parados en Cataluña, pero lo que destaca del Parlament es un gobierno –el de Montilla- y una CiU para los que la prioridad es sostener un Estatuto que nadie pedía, que no encaja en el marco constitucional, y por el que, desatendiendo a la necesaria separación de poderes, pretenden declarar incompetente al Tribunal Constitucional para juzgarlo. Un Parlamento con mayoría nacionalista que, además de no respetar esas reglas de juego, se atreve a sancionar a los pequeños comerciantes por cosas como no rotular en catalán -por si no tuvieran suficiente con el azote de la crisis- pero que no hace nada, sin embargo, para obligar a las cajas de ahorros a dar créditos a los autónomos de forma que puedan continuar trabajando –pese a las inyecciones de dinero público-, quizás por miedo a que les exijan la devolución del dinero prestado que les perdonaron, tal como ya hicieron con el PSC. Un Parlamento de mamoneos, de nepotismo. Un Parlamento nacionalista que no escucha los gritos de los obreros de Nissan, "Menos banderas y más trabajo”, unos trabajadores que representan a la Cataluña real frente a unos arrogantes burócratas de la partitocracia. Un Parlamento, en definitiva, que perjudica a los débiles y que no interviene para hacer posible una sociedad más justa, para promover el empleo, y mejorar los servicios públicos para que los ciudadanos podamos vivir libremente, sin imposiciones culturales de ningún tipo. Menos mal que era un gobierno “de progreso”.

Pueden insultarnos todo lo que quieran. Nos pueden llamar fascistas. Pero con eso lo único que hace es poner de manifiesto sus prejuicios, su falta de capacidad para analizar la realidad, e ignorancia. En cualquier caso, harían algo de mucho más provecho si se dedicasen a pensar soluciones para la crisis económica, en como mejorar la democracia, y dejarse de unas patrias que, vistas desde fuera, no parecen más que más que el fruto de una obsesión tradicionalista, más propias de yihadistas cabreados por haber visto una caricatura de Mahoma que de mentalidades mínimamente democráticas. Así que, menos religión, y más racionalidad política. Que rezando no se acaba con el paro.