La dictadura había aislado cultural, política y económicamente a España del resto de Europa, de las democracias y la modernidad. A través de la censura, se limitaba el acceso a la información y, en la escuela, se educaba en el dogma del nacionalcatolicismo a través de la Formación del Espíritu Nacional. El régimen trataba de reducir así la capacidad crítica de los españoles. Lo importante era, entonces, que los españolitos aprendieran que España era "una, grande y libre" y que el espíritu nacional les conducía a la "unidad de destino en lo universal". Que pensaran otra cosa podría hacer que se opusieran a los fundamentos del régimen, y por tanto, atentaran “contra España”.
Pese a todo, o quizás por eso, en los últimos años de la dictadura –dicen los viejos-, en Barcelona se respiraba rebeldía y transgresión. Un desorden causado por una generación que, habiendo nacido y crecido bajo una dictadura, ansiaba la libertad. Una generación a la que le quedaba demasiado lejos la guerra civil como para tener miedo a un paradigma importado de contrabando, a través de la Junquera. El viejo orden del franquismo quedaba derrotado por una modernidad que, irremediablemente, hacía del discurso oficial algo carca, algo del pasado.
Sin embargo, durante los primeros años de la transición democrática, sucedería algo insólito. El "Movimiento Nacional" en lugar de disolverse cambiaría su nombre por el de "Construcció Nacional" y, bajo su paraguas, se construiría un nuevo paradigma que fraguaría a través del victimismo de la nueva élite. Esa que se otorgaría la representatividad de Cataluña haciendo que la diversidad se considerase, nuevamente, algo a corregir. Con unos dogmas renovados, se reproduciría un discurso simétrico al del franquismo, a una escala territorialmente más reducida. Lo de "una grande y libre" se sustituiría por lo de "la cultura, la llengua i els drets històrics". Y el "ataque" de los "rojos" a "España" sería sustituido por una "España" que "ataca" a "Catalunya", dibujando el paraíso de los nuevos canallas, dispuestos sustituir a los anteriores en eso de vivir del patrioterismo.
Por supuesto, de la misma manera que el viejo régimen necesitó de la censura y la manipulación en la escuela para apuntalar su “Movimiento Nacional”, la “Construcció Nacional” necesitaría también apuntalarse a través del control sobre la escuela y los medios de comunicación. Pensar de forma distinta a las verdades del nuevo régimen, como pasó anteriormente, sería atentar “contra Catalunya". Algo que diría muchas veces Jordi Pujol, pero también Pasqual Maragall y José Montilla en su continuismo de la doctrina nacionalista.
Cabe resaltar que lo que se está comparando aquí son discursos, ya que está claro que el "Movimiento Nacional" se impuso por las armas, y la "Construcció Nacional" es algo que merecen los catalanes, de la misma manera que el estudiante que no se esfuerza merece el suspenso. Y como se están comparando discursos, lo mejor es citar algunos de ellos, sin revelar previamente a quien pertenece cada uno:
Primer fragmento:
Pese a todo, o quizás por eso, en los últimos años de la dictadura –dicen los viejos-, en Barcelona se respiraba rebeldía y transgresión. Un desorden causado por una generación que, habiendo nacido y crecido bajo una dictadura, ansiaba la libertad. Una generación a la que le quedaba demasiado lejos la guerra civil como para tener miedo a un paradigma importado de contrabando, a través de la Junquera. El viejo orden del franquismo quedaba derrotado por una modernidad que, irremediablemente, hacía del discurso oficial algo carca, algo del pasado.
Sin embargo, durante los primeros años de la transición democrática, sucedería algo insólito. El "Movimiento Nacional" en lugar de disolverse cambiaría su nombre por el de "Construcció Nacional" y, bajo su paraguas, se construiría un nuevo paradigma que fraguaría a través del victimismo de la nueva élite. Esa que se otorgaría la representatividad de Cataluña haciendo que la diversidad se considerase, nuevamente, algo a corregir. Con unos dogmas renovados, se reproduciría un discurso simétrico al del franquismo, a una escala territorialmente más reducida. Lo de "una grande y libre" se sustituiría por lo de "la cultura, la llengua i els drets històrics". Y el "ataque" de los "rojos" a "España" sería sustituido por una "España" que "ataca" a "Catalunya", dibujando el paraíso de los nuevos canallas, dispuestos sustituir a los anteriores en eso de vivir del patrioterismo.
Por supuesto, de la misma manera que el viejo régimen necesitó de la censura y la manipulación en la escuela para apuntalar su “Movimiento Nacional”, la “Construcció Nacional” necesitaría también apuntalarse a través del control sobre la escuela y los medios de comunicación. Pensar de forma distinta a las verdades del nuevo régimen, como pasó anteriormente, sería atentar “contra Catalunya". Algo que diría muchas veces Jordi Pujol, pero también Pasqual Maragall y José Montilla en su continuismo de la doctrina nacionalista.
Cabe resaltar que lo que se está comparando aquí son discursos, ya que está claro que el "Movimiento Nacional" se impuso por las armas, y la "Construcció Nacional" es algo que merecen los catalanes, de la misma manera que el estudiante que no se esfuerza merece el suspenso. Y como se están comparando discursos, lo mejor es citar algunos de ellos, sin revelar previamente a quien pertenece cada uno:
Primer fragmento:
(...) La unitat ens farà forts. Ho hem vist darrerament amb l’extraordinària resposta i repercussió política que ha tingut el text “Per la Dignitat de Catalunya” i les més de 200 declaracions d’altres institucions municipals, econòmiques, socials i eclesiàstiques del nostre país en favor de l’Estatut.
Som un poble que ve de lluny i anirà, unit, més lluny encara. Fa tot just deu dies que vam commemorar, amb tota la solemnitat, el 650 aniversari de l’establiment de la Generalitat de Catalunya.
No hi ha pràcticament cap país a tota Europa que tingui una institució de govern tan antiga com Catalunya.
La nostra voluntat d’autogovernar-nos ni comença ni acaba amb una sentència. Es troba fortament arrelada en la nostra història, en la nostra llengua i en la nostra cultura i ha demostrat que és capaç de superar totes les adversitats. (...)
Som un poble que ve de lluny i anirà, unit, més lluny encara. Fa tot just deu dies que vam commemorar, amb tota la solemnitat, el 650 aniversari de l’establiment de la Generalitat de Catalunya.
No hi ha pràcticament cap país a tota Europa que tingui una institució de govern tan antiga com Catalunya.
La nostra voluntat d’autogovernar-nos ni comença ni acaba amb una sentència. Es troba fortament arrelada en la nostra història, en la nostra llengua i en la nostra cultura i ha demostrat que és capaç de superar totes les adversitats. (...)
Segundo fragmento:
(...) Tots els catalans hi tenen cabuda en aquesta gran tasca i de tots la pàtria necessita. La fita de la Construcció Nacional continua oberta a tots aquells que hi acudeixin amb honradesa i esperit de servei. Només així, estretament units i compenetrats amb el que a Catalunya devem, podem fer que les generacions que vindran evoquin amb gratitud i respecte l’obra comú de les generacions que han tornat a Catalunya els dies de glòria i prestigi. (...)
Después leer ambos fragmentos, podrían parecer atribuibles a una misma persona, pero no es así. Aquel que se considere demasiado anarca para tanto patrioterismo, demasiado moderno para tanto arcaísmo, y demasiado realista para tanto mito, no puede hacer otra cosa que calificar a ambos discursos de caspa y rancio patrioterismo nacionalista.
Poe eso conviene, llegados a este punto, revelar a los autores de esas citas. La primera pertenece al discurso pronunciado por José Montilla durante el Fin de Año de 2009. Un discurso que no puede sorprender a nadie porque no se desvía de los márgenes del paradigma imperante. Y que va en la línea de la "Catalunya espiritualment gloriosa" de su socio Ernest Benach. Pero para obtener la segunda cita, el que escribe estas líneas ha tenido que recurrir a Google, persiguiendo una intuición. Una intuición que le ha llevado a introducir "discurso + fin de año + franco + gloria" en el famoso buscador, obteniendo así un discurso pronunciado por el dictador Francisco Franco un Fin de Año, el de 1951. Por supuesto, para que pareciese atribuible a Montilla había que traducirlo al catalán, cambiar "españoles" por "catalans", "España" por "Catalunya" y "Movimiento Nacional" por "Construcció Nacional". El original es así:
(...) Todos los españoles caben en esta gran tarea y de todos la Patria necesita. Las filas del Movimiento Nacional siguen abiertas a cuantos acudan a ellas con honradez y espíritu de servicio. Sólo así, estrechamente unidos y bien penetrados de lo que a España debemos, podemos hacer que las generaciones venideras evoquen con gratitud y respeto la obra común de las generaciones que han devuelto a la Patria sus días de gloria y de prestigio. (...)
El hecho de que cambiando únicamente “España” por “Catalunya” y “Movimiento” por “Construcció” en determinados pasajes discursivos del dictador se obtenga un discurso equivalente al discurso catalanista, debería servir para activar las alertas intelectuales, culturales, cívicas y sociales en contra del mismo. Hoy nadie cuestiona que los 40 años de “Movimiento Nacional”, definiendo una sociedad sobre la base de los parámetros doctrinales del nacionalcatolicismo, supusieron un atraso para la calidad de vida de los españoles. Un atraso producido por un aislamiento cultural y unos recortes en las libertades cívicas y políticas acabaron con la democracia en nombre de la gloria de una patria. Así que conviene también empezar a plantearse si la “Construcció Nacional” no ha supuesto ya un atraso para los catalanes, respecto al escenario en el que podrían encontrarse si el discurso que hubiese definido la política catalana de los últimos 30 años hubiese sido otro, un discurso moderno, abierto, progresista, adecuado a la realidad del tiempo que ha corrido. Un tiempo en el que han cambiado las circunstancias económicas y demográficas globales, y en el qué las fronteras culturales se han disuelto gracias a herramientas de comunicación, como Internet, y en el que la idea de la patria pierde valor en favor de una sociedad global, en la que la gente se entiende en un inglés chapurreado y se desplaza mediante vuelos baratos. Una sociedad en la que los retos son también globales. Algo a lo que el nacionalismo, en tanto que es un discurso que pertenece al pasado en el que se exalta la patria y la frontera, no es capaz de dar solución. Conviene combatir su caspa de forma racional, reactivando el pensamiento, rebatiendo de forma desapasionada a la doctrina trascedentalista de la demagogia patriotera, desde la solución práctica y transparente. Toca tomar conciencia del cambio de paradigma, pero esta vez de verdad.
Salud
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