Ayer acudí a ver el documental “El infierno vasco” en su preestreno en el Cine Alexandra de Barcelona. En la sala estaban el propio director, Iñaki Arteta y dos víctimas que prestan su testimonio a la película, Consuelo Ordóñez y Teo Santos, que conferenciaron antes del pase, y a los que arroparon Albert Rivera y Silvia Lovosevic –que se encargó de conseguir la sala- en nombre de los afiliados de C’s.
El documental es tan duro como lo es la realidad de aquellos que se oponen al nacionalismo en el País Vasco. Es una película necesaria porque deja constancia, a través de testimonios reales, de cómo el extremismo nacionalista se impone en una sociedad despojando a quienes se oponen al mismo de sus derechos fundamentales. Porque aunque sean unos desalmados los que chantajean, los que amenazan, los que ponen las bombas y los que pegan el tiro en la nuca, no tienen más alma ni los que recogen las nueces después de que unos agiten el árbol ni aquellos que miran hacia otro lado pensando que mientras no abran la boca a ellos no les afecta. Y es eso lo que convierte una realidad surrealista en un infierno real. Y la película es un documento objetivo, testimonial, que sirve para conocer la realidad y sacudir conciencias hoy, y como documento para la memoria histórica de mañana.
El documental transmite, a través de sus testimonios, que en el País Vasco no se dan las condiciones necesarias para el libre ejercicio de los derechos políticos de sus ciudadanos. Porque uno no es libre cuando por defender unas ideas está sometido a chantaje, cuando está sometido a amenazas de muerte. En mi opinión, si la administración autonómica no garantiza esas libertades, quizás las riendas debieran ser tomadas por el la administración central del Estado aplicando el artículo 155 de la Constitución. Y es que cuando el lehendakari cínicamente dice que “España oprime al pueblo vasco”, está dando argumentos a aquellos que asesinan a su oposición. Y en esas condiciones el arco parlamentario autonómico no refleja la realidad de su sociedad. No la refleja cuando esa situación ha llevado a más de 200.000 ciudadanos no nacionalistas a abandonar el lugar donde nacieron por no participar de un fanatismo colectivo. Y eso es antidemocrático.
Aprovecho esta crónica y mi reflexión para mostrar todo mi apoyo y admiración por aquellos que, responsablemente y con valentía, se enfrentan a esa situación desde cualquier ámbito social, y para expresar toda mi solidaridad con las víctimas.
Salud.
El documental es tan duro como lo es la realidad de aquellos que se oponen al nacionalismo en el País Vasco. Es una película necesaria porque deja constancia, a través de testimonios reales, de cómo el extremismo nacionalista se impone en una sociedad despojando a quienes se oponen al mismo de sus derechos fundamentales. Porque aunque sean unos desalmados los que chantajean, los que amenazan, los que ponen las bombas y los que pegan el tiro en la nuca, no tienen más alma ni los que recogen las nueces después de que unos agiten el árbol ni aquellos que miran hacia otro lado pensando que mientras no abran la boca a ellos no les afecta. Y es eso lo que convierte una realidad surrealista en un infierno real. Y la película es un documento objetivo, testimonial, que sirve para conocer la realidad y sacudir conciencias hoy, y como documento para la memoria histórica de mañana.
El documental transmite, a través de sus testimonios, que en el País Vasco no se dan las condiciones necesarias para el libre ejercicio de los derechos políticos de sus ciudadanos. Porque uno no es libre cuando por defender unas ideas está sometido a chantaje, cuando está sometido a amenazas de muerte. En mi opinión, si la administración autonómica no garantiza esas libertades, quizás las riendas debieran ser tomadas por el la administración central del Estado aplicando el artículo 155 de la Constitución. Y es que cuando el lehendakari cínicamente dice que “España oprime al pueblo vasco”, está dando argumentos a aquellos que asesinan a su oposición. Y en esas condiciones el arco parlamentario autonómico no refleja la realidad de su sociedad. No la refleja cuando esa situación ha llevado a más de 200.000 ciudadanos no nacionalistas a abandonar el lugar donde nacieron por no participar de un fanatismo colectivo. Y eso es antidemocrático.
Aprovecho esta crónica y mi reflexión para mostrar todo mi apoyo y admiración por aquellos que, responsablemente y con valentía, se enfrentan a esa situación desde cualquier ámbito social, y para expresar toda mi solidaridad con las víctimas.
Salud.
3 comentarios:
Los heroes no son los que se van de Euskadi, los heroes son los que se quedan.
el post anterior, con perdón del administrador del blog, es una simple majadería.
Los que se van de Euskadi muchas veces lo hacen porque se han comportado como auténticos héroes durante un tiempo. Y mi admiración es también para ellos. Y es comprensible que se vayan, porque irse supone para ellos la libertad. La libertad de ir por la calle sin mirar hacia atrás, la libertad de opinar sin chantaje. En la película un ex-concejal dice que se fue cuando nació su hija. Me parece del todo comprensible.
Y muchos de ellos, son héroes anónimos, gente que lucha por unas ideas de justicia política, de justicia social, por unas ideas radicalmente democráticas, frente al fanatismo y frente a las pistolas. Para todos ellos, los que se quedaron y para los que se fueron, y para las víctimas, toda mi admiración.
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